Cuando nos hacen una consulta referente a este tema intentamos desde el comienzo charlar con los papás en qué punto se presentan las dificultades.
En ciertas ocasiones los papás no tienen muy en claro el por qué no los pueden poner, y se llega a la conclusión de que, algunos no se sienten lo suficientemente fuertes para enfrentar a los hijos, otros a manudo son complacientes con ellos para compensar el poco tiempo que les dedican por cuestiones de trabajo y en otros casos sucede porque entre los mismos padres se desautorizan y no siguen líneas de proceder conjuntas.
Una u otra postura está indicando que hay “algo” que deben cambiar.
Quizás para clarificar esto deberíamos comenzar por el principio…
Desde bebés los hijos necesitan un límite. Decimos un primer “no” cuando toma el pecho, luego cuando quiere tocar algo que no queremos, cuando comienza a deambular y experimentar, le decimos “no” a muchas cosas, porque es lógico que no vamos a dejar que toque por ejemplo un enchufe. Ese “no” no lo cuestionamos, ni lo dudamos, ¿pero luego qué pasa entonces? El niño comienza a crecer, y no decimos “no” con la misma firmeza.
¡Bien sabemos que un límite cuando son chicos se podría traducir en –“ojo! Hasta aquí te dejo que llegues...”. Es un límite puesto al respeto y no a una amenaza.
Los niños, aunque no lo parezca demandan reglas, un orden, y nosotros lo ponemos desde los primeros tiempos cuando establecemos “los tiempos” y los respetamos. Las rutinas los ordenan, les permiten a los niños saber qué viene, qué pasará después.
Esto que parece tan simple es el comienzo de la puesta de límites, el niño aprende desde los primeros “no” a tolerarlos, a vivir con ellos, las normas son lo que precisamente les dan seguridad y les enseña a confiar.
Como papás a veces por la rutina cotidiana, el cansancio del trabajo, la vida acelerada que llevamos nos hace “aflojar” en los “no”, ya sea por no escucharlos, o por verlos felices para compensar nuestras ausencias, cedemos ante sus pedidos.
Sería muy largo de analizar en este espacio los beneficios a largo plazo de una buena actitud ante los límites, pero lo que sí es importante destacar que, si no se ponen, seguramente a nuestros hijos se les presentaran trabas en su interacción con la realidad que los rodea.
Será de acuerdo con nuestra solidez, que los niños podrán expresar lo que sienten, y a la vez sentir que cuando los papás les dicen “no” es porque los aman, y lo hacen por el bien de cada uno.
Al leer esto algunos papás sentirán “que hacen todo mal”, que con sus hijos “no pueden”. Nada está perdido, y nada es del todo mal, solo habrá que encausar algún camino, ahora que se está a tiempo, ya que las dificultades con los límites en la adolescencia son más difíciles de “arreglar”.
Es bueno entonces, hacer un alto en el camino y repensar en familia este tema, ver los aciertos y las dificultades para poder cambiarlos, siempre demostrando que si hay cambios en determinadas cosas es porque se los ama y se los respeta como personas.
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